jueves, 6 de noviembre de 2008

EL WESTERN


El western es un género americano clásico que se centra en contar historias situadas en el Oeste Norteamericano del siglo XIX con todas las connotaciones humanas, sociales y políticas de la época. Como género, su esplendor se mantuvo a lo largo de la Edad de Oro del cine, pero su prominencia como tal ha decaído desde fines de la década del 70.

Es el género que probablemente mejor defina a la industria cinematográfica de Estados Unidos y con nostalgia se adentra en los años de expansión de la civilización sobre las fronteras de los nativos en la conquista del territorio virgen. Las películas de westerns se desarrollan en los estados del Oste norteamericano durante el periodo que abarca desde el comienzo de la Guerra Civil en 1860 hasta el final de las llamadas Guerras Indias en 1890, sin embargo este periodo cronológico presenta sus alternativas. Algunos westerns incorporan la Guerra Civil, un conflicto esencialmente ligado al este del Río Mississippi, e incluso han cruzado la frontera norteamericana, frecuentemente en México.

El denominador común popular de las películas del oeste es un personaje central de características nómadas o errantes similar a los caballeros de los antiguos cuentos y poesías europeas enfrentando villanos, rescatando mujeres en peligro y transgrediendo las normas de las estructuras de la sociedad sin traicionar su honor, bajo la figura de un vaquero o un pistolero cuya caracterización incluye una vestimenta típica, su revolver y su fiel compañero el caballo, figura que llega a adquirir dimensiones importantes para la historia narrada.

El western toma estos elementos y los usa para contar cuentos morales ambientadas en el escenario del oeste, muchas veces un paisaje desértico, salvaje y desolador con sus ranchos y fuertes en medio de la nada y otras tantas veces en la típica descripción del pueblo del oeste: el almacén local, las vías del tren en cuyos vagones albergará persecuciones, un banco que será atracado, la cantina de bebidas, juegos de azar, música autóctona y prostitutas, frecuente escenario de peleas y tiroteos entre los fuera de la ley y finalmente la celda del alguacil que albergará a los malhechores. Como género, el western es polifacético y contiene varios subgéneros en filmes que se ambientan en las Guerras Indias, la Guerra Civil y las guerras mexicanas. De todas maneras, es usual que el western retrate la conquista de la civilización por sobre la barbarie y la subordinación de la naturaleza o lo nativo o la confiscación de territorios sobre derechos a los habitantes originales de los mismos. El western escenifica una sociedad organizada con base en códigos de honor, ya sea en familia o en soledad, más que al apego de la ley en sí, en las películas estas temáticas están contrapuestas y el avance de la civilización es inevitable.

Los primeros westerns eran filmados en estudios, al igual que otras películas de Hollywood, pero cuando la filmación en exteriores se popularizó, los productores utilizaron locaciones aisladas en el Oeste en lugares como California, Utah, Arizona, Nevada, Texas, Kansas y Colorado haciendo del paisaje no sólo un factor más vívido y evidenciable, sino al punto de convertirse en un factor fundamental del filme. Como arquetípicos personajes, vaqueros y pistoleros juegan un rol fundamental en las películas de westerns. En sus frecuentes batallas contra los nativos americanos, éstos últimos son retratados como villanos y deshonestos, si bien el western revisionista les otorga un lugar alejado de dicho estereotipo y les da un tratamiento más comprensivo de su accionar.

El western encuentra sus raíz en el filme Asalto y Robo al Tren que Edwin Porter rodara en 1903, época del cine mudo, haciendo populares a estrellas interpretativas como Broncho Billy Anderson y Williams S. Hart. Cineastas como David Wark Griffith con La Masacre (1909) y Thomas H. Ince con una gran cantidad de cortos dieron vida al género. Durante la etapa del cine mudo John Ford plasmaría en El Caballo de Hierro (1924), un estilo entre romántico y épico que sentaría la estética que caracterizaría al western clásico que popularizaría con su obra cumbre La Diligencia (1939), donde personajes y situaciones cobraban más peso y encontraban su densitud moral. Ese mismo año Cecil B. De Mille filmaría de forma espectacular la construcción de una ferroviaria en Union Pacific. Los cimientos del género estaban poco a poco consolidándose y la época de esplendor no tardaría en llegar.

En su desarrollo en Hollywood, es un género con una rica historia que se extiende en formato y contenido a otros géneros como la comedia, la parodia y el musical. En su época de oro, el género esta marcado y delineado por la obra de dos directores: John Ford y sus innumerables colaboraciones con el protagonismo del clásico intérprete masculino que lo convirtió en leyenda: John Wayne; y Howard Hawks con su trilogía Río Rojo (1948), Río Bravo (1959) y El Dorado (1966). John Ford retornaría con Pasión de los Fuertes (1946) para filmar una oscura versión del mítico personaje Wyatt Earp en la piel de Henry Fonda, un western crepuscular que va de lo melancólico a lo trágico. La década de los 50 vivió el mayor esplendor del western en toda su historia.

Algunos westerns posteriores a la Segunda Guerra Mundial comenzaron a cuestionarse los ideales y el estilo del western tradicional. Se descubren nuevos elementos como: un tono más oscuro generalizado, un sentido más cabal del antihéroe, papeles más preponderantes para roles femeninos, un retrato más sincero de los nativos americanos, una visión crítica sobre el gobierno norteamericano, la milicia y su política de acción. Comienza a cuestionarse el accionar de las figuras masculinas, hay un incremento en el uso de la violencia y se incluye si bien de forma no tradicional el factor sexual, se añade el humor negro. Es decir, hay un cambio radical que favorece al realismo, por sobre el romanticismo de otras épocas.

Durante las décadas de los 60 y 70, el género arribó a Italia con el formato de Spaghetti Westerns o Italo-Westerns. Muchas de estas películas eran de bajo presupuesto y rodadas en locaciones que en sus paisajes remitían a las utilizadas en Norteamérica. Los Spaghetti Westerns se caracterizaban por la presencia de más acción y violencia que los típicos westerns hollywoodenses. De este subgénero, sobresale la obra de Sergio Leone, filmes de un tono paródico, en las antípodas de lo concebido por aquellos años de oro en Hollywood, tales como Solo Ante el Peligro (1952) de Fred Zinnemann y protagonizada por Gary Cooper, otro referente del género, que también trabajara a las ordenes de Robert Aldrich en Veracruz (1954, junto a Burt Lancaster) Anthony Mann, exitoso director de películas del oeste, como lo demostró junto a James Stewart (un interprete clásico de este tipo de papeles) en Winchester ‘73 (1950), pero estos últimos ejemplos encumbrados dentro del denominado western tradicional. Charles Bronson, Lee van Cleef y Clint Eastwood se convirtieron en estrellas del género del Spaghetti Westerns, compartiendo la fama y repartiéndose los papeles con otras figuras rutilantes de la época como Jason Robards, James Coburn y Henry Fonda.

El Spaghetti Western obtiene dicha denominación al porvenir de Italia y encontrar allí su nido ideológico y financiero. Caracterizado en sus origines por el bajo presupuesto, una violencia más marcada, una puesta en escena minimalista que desmitificó ciertos estándares del western clásico ya establecidos como convenciones. El más conocido y al mismo tiempo paradigmático arquetipo de este subgénero sea la trilogía dirigida por Sergio Leone: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el malo y el feo (1966), protagonizadas por Clint Eastwood y con los acordes musicales compuestos por Ennio Morricone, un sinónimo del género fruto de futuros homenajes. Leone acrecentaría su mito como realizador de westerns con la impecable Érase una vez en el oeste (1968).

El término revisionista se usa para describir filmes que cambian la concepción tradicional del género en base al uso de nuevos elementos narrativos, estéticos y la incorporación de nuevos puntos de vista estilísticos e ideológicos. Entrados los años ’60, muchos realizadores comenzaron a cuestionarse el cambiar la manera tradicional de hacer westerns, en principio incrementando de forma positiva el rol de los nativos americanos hasta el momento tratados de salvajes. La audiencia también comenzó a cuestionarse el arquetipo héroe versus villano y el paradigma moral de usar la violencia para probar o justificar el accionar de sus personajes. Al mismo tiempo, las mujeres comenzaron a recibir roles mas preponderantes. Y quizás una perfecta combinación de revisionismo y entretenimiento resulto el clásico de George Roy Hill, Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969) con dos figuras masculinas de moda por entonces: Paul Newman y Robert Redford.

Si vaqueros y malhechores son íconos de los héroes y antihéroes americanos en un género modelo de dicha sociedad y sus bases como el western, el hecho de trasladarlos a otros géneros puede parecer como un proceso natural a lo largo de los años. Esta especie de transición entre el género pionero que sentó las bases de un lenguaje cinematográfico y por otro lado de la aceptación de nuevas ideas para aplicarlo a otros contextos hace plausible el hecho de que parezca compatible con historias de ficción que toma parte en otros ambientes y donde un régimen sin ley lucha por la supervivencia social. Poco a poco y a medida que el género se fue popularizando, algunos especialistas argumentaban que el western no necesariamente tenía que desarrollarse en el Oeste Americano, sino que en sus códigos podían encontrarse abordaje de temas en común y características formales del western, tales los casos de Los siete samuráis de Akira Kurosawa o Los inadaptados (1961) de John Huston.

En la década de los 60 la corriente crítica comenzó a considerar desde otra perspectiva al cine, la teoría cinematográfica intentó buscar el significado más profundo de las películas bajo su estructura semántica y considerando el ambiente de donde surgía el western se lo catalogaba con una moral simplista lo que convirtió al género en una serie de convenciones y códigos que se relacionaban con su audiencia de forma metódica y cuyos personajes y situaciones se atenían a los lugares comunes y la repetición, visión que precipitó el ocaso del género hasta amenazar con su desaparición. Cineastas emergentes vieron la veta en el género como una oportunidad para expandir su crítica sobre la sociedad americana y sus valores, como lo ejemplifica La pandilla salvaje de Sam Peckinpah. Otros filmes, como los dirigidos por Clint Eastwood siguieron la línea como es el caso de El fugitivo Josey Wales (1976) que daba relevancia al reparto femenino y trataba a los nativos de una manera más comprensiva.

Si bien más tarde, la obra maestra de Eastwood, Los imperdonables (1992), utilizó un tono dramático para criticar el típico uso de la violencia del western con el objeto de promover falsos ideales de hombría que por su condición se abusaban de las mujeres y de las minorías étnicas. El mismo John Wayne, ícono protagonista del masculino héroe del western se animo a la dirección con el clásico de tonos épicos El Álamo. Por ese entonces, una figura ajena al genero demostraría en su opera prima sus dotes de buen director y su acertado manejo de los tiempos del genero: un acercamiento a los dobleces, ambigüedades, revanchas y venganzas lo fue El rostro impenetrable, de Marlon Brando. Incluso John Ford formaría parte de esta corriente revisionista reuniendo a John Wayne y James Stewart ya en las postrimerías de su carrera, junto a Lee Marvin para un clásico imprescindible del genero como lo fue Un tiro en la noche, la última gran obra de Ford.


CARACTERÍSTICAS
· Locaciones áridas y desérticas
· Las tramas casi siempre giran en torno a un atraco, una venganza o peleas de blancos contra indios americanos.
· El héroe se presenta como un ser estoico e individualista apegado a su propio código de honor.
· Imagen cliché del vaquero: sombrero, mezclilla, chaparreras, pistolas y caballos.
· El desierto, los trenes, las cantinas, los burdeles y los pueblos fronterizos de México son lugares comunes.
· Clara polarización entre los personajes buenos y malos.
· Planos americanos y close-ups a los ojos recurrentes.

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